Mientras leía nuevamente el libro “Zen en el arte del tiro con arco”, en el cual Eugel Herrigel transmite su experiencia e iniciación en el tiro con arco y su acercamiento a la filosofía Zen, se apoderó de mi la idea de reseñar mi propia experiencia con esta práctica, que no sé cómo ni por qué entró en mi vida. Para que algún día, cuando sea muy, pero muy vieja, pueda volver a revivir en mi memoria esos increíbles momentos que un día tocaron a mi puerta y, dudando, los vi por la mirilla pero igual los dejé pasar, sin imaginarme lo que eso significaría.


17. Lágrimas de Limay

Nuevamente infinitos pensamientos recorren cada rincón de mi mente invadiéndome en la mitad de la noche para impedirme el sueño. Trato de reprimirlos apretando mis ojos para forzar un sueño que se niega a llegar.
Me obligo a levantarme en busca del primer papel y lápiz para ver si consigo de esa forma callar tantos pensamientos. El lomo rígido de “La mano de Fátima”, el libro que me acompaña en estas semanas, le brinda su apoyo a este trozo de papel que comienza a cobrar sentido.
Las experiencias vividas en los últimos meses se hacen presentes en esta silenciosa noche como una catarata inagotable de recuerdos.
Las últimas semanas del año nos mantuvieron alejados. El caos de esos últimos días que se apresuraban a terminar, como si el mundo se acabara, impidieron nuestro ritual encuentro de cada semana. Fuimos prisioneros, él sin alguien que lo fuera a buscar y lo liberara, al menos por unos minutos, de aquel armario en el que permanecía encerrado; y yo inmersa en las obligaciones de la rutina laboral y en unas fiestas que cada año pasan más rápido. Una corriente de caos que te succiona donde sólo puedes refugiarte en esas noches cálidas en familia.
Un encuentro fugaz nos permitió el reencuentro y como si intuyera lo que había vivido, aquel Limay  se mantuvo fiel a este sentimiento mutuo y pese a tener mis músculos algo oxidados, me regaló sus mejores tiros y me permitió disfrutar de algo que hace mucho se resistía a llegar e hizo renacer en mi interior aquella confianza tan difícil de encontrar.
Pero aquel reencuentro duró poco y las circunstancias de la vida se interpusieron nuevamente en nuestro camino mientras los planes de Dios escaparon de mi razonamiento y me enfrentaron, una vez más, a decir adiós… un adiós para siempre.
---El paisaje se hizo gris. Sus libros aguardaron con paciencia que sus ojos volvieran a explorarlos. Su escritorio vació lo esperó en silencio mientras su pluma ansió su regreso . Y aunque aquellos ojos ya no recorran esos libros ni su cuerpo se siente frente a aquel escritorio ni sus manos vuelvan a guiar aquella pluma, su recuerdo nunca se irá porque su alma seguirá entre ellos.---
Y mientras trato de inculcarle a mi mente que debo seguir moviéndome porque la vida pasa y no se detiene a esperarnos, cierro los ojos y puedo verlo a través de su funda. Veo aquella madera que me impresionó aquel primer día en que nos conocimos, por su brillo y elegancia, ahora opacada y triste por su encierro y me culpo por el tiempo que pasó, por tenerlo relegado lejos de mi. Y mis ojos se ponen vidriosos mientras el nudo en mi garganta se hace más perceptible. Inevitablemente una lágrima se hace presente, la mía... y la de mi Limay. Una lágrima que recorre aquella madera que un día estuvo en mis manos. Y me pregunto cuánto tiempo más volveremos a estar separados mientras trato de convencerme a mi misma que la espera será corta.
Sin embargo el temor se hace presente, el temor de no estar preparada, de fallarle.







Esta sección recopila cuentos y textos extraídos de distintos lugares. Se respeta la autoría de dichos escritos aclarando, en el caso de ser posible, el autor del mismo.

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